viernes, 11 de julio de 2008

REPORTAJE A ROQUE DE PABLO EN PARAGUAY (Parte 1)


Hace algún tiempo, leímos por Internet un reportaje a Roque de Pablo,

posiblemente había sido hecho en Buenos Aires, luego algunos escritos
opiniones y su paso por Bolivia. Actualmente reside en Paraguay, su país
natal y desde allí, después de mucho tiempo, se decidió a hablar sobre
algunos temas que seguramente desatarán nuevamente la polémica.


Escritor, cantautor, es un personaje muy influyente sobre la opinión de
algunos políticos, intelectuales, y estudiantes de América y Europa.


R.: ¿Cómo te sientes en Paraguay?

R. D. P.: En Paraguay estoy cómodo, caminó por las calles, viajo, hablo
con la gente en guaraní, leo, compro libros, escalo subidas (Asunción

está edificado sobre colinas, como Roma), tomo tereré que es nuestra
bebida por excelencia, escribo, observo, aprendo, me deslumbro y
horrorizo, opino, me divierto, juego, canto, hago lo que cualquier ser humano,
ni más ni menos.


R.: ¿Cómo fue tu paso por Bolivia?

R. D. P.: No fueron pasos, fue una maratón (risas). Fue una
experiencia diría imprescindible. Bolivia es un universo de culturas, creencias
e ideologías, con un campesinado altamente
politizado, muy golpeado por
la pobreza; con una oligarquía local monárquica muy colonizada, una
pequeña sociedad cerrada, fundada en el culto del poder económico,

político y religioso, que poseía el 95% del todo social, en detrimento de la
inmensa mayoría empobrecida y marginada de los
medios de decisión. Un
lugar cerrado, donde era palpable el realismo social de la
desesperanza, construido desde la estigmatización y el marginamiento, en síntesis,
una sociedad apaleada llena de moretones.

Bueno, a grandes rasgos, esa fue la Bolivia que percibí cuando llegue,
así es que fui describiendo una realidad que empezaba a ser la mía,
porque mi conciencia empezó estructurar ese mundo y a estructurar
respuestas.


Bolivia era una ilusión óptica, un lugar que escupía a su gente a los
países periféricos, como mano de obra barata, o
chivos expiatorios, por
donde la discriminación y el racismo
emergían para la autoafirmación de
gente con escasa pigmentación. Una ilusión óptica con paisajes
exóticos, droga barata, aventuras con escaso riesgo, y bajo costo.


Imagínese usted, que en este panorama, el silencio era la mejor opción;
por otra parte, digamos que no estaba ubicado en el mejor lugar para
lanzar opiniones, ya que el oriente boliviano (Santa Cruz), es cuna y

bastión de las ideas más retrógradas de ésta minoría de la cual le
hablaba, pero aún así, ese pequeño mundo estaba rodeado de excluidos,
hermosas personas que soñaban (y sueñan) con un espacio de igualdad. Ellos me
dieron voz y hablé por ellos, y claro, fíjese usted, estoy diciendo a
hablar, dialogar, compartir, intercambiar.


Las palabras de las cuales hablamos, hablaban de no violencia; las
palabras que dijimos, decían que había que curar las heridas; las palabras
decían cosas sobre la conciencia, sobre ponerse de pie. Y lo que

dijimos, lo fuimos diciendo en muchos lugares, allá lejos en los campos, en
medio de los montes, en las ciudades. Se armaban así esas hermosas
juntaderas de dialogantes, de escuchantes, donde todos fuimos aprendices.
Y también se cantaba en esos juntes, imaginate el colorido que da la
alegría del diálogo, el fuego de los fogones y las voces, eso era la

subversión de las palabras, la culminación del silencio, empezaba la

gente a montarse en un corcel llamado futuro, y a cabalgar sobre él, las

palabras decían y el futuro se abría.

R.: Y la acusación de secta, ¿cómo salió?

R.D.P.: Bueno, primero, habría que aclarar el sentido etimológico de la
palabra secta, y en ella está la respuesta a esa falacia elemental,
utilizada como artilugio y fundamento de una persecución política.
Nosotros nunca hablamos de una determinada creencia religiosa, si
hablamos de la fe interna, de la religiosidad social. Nosotros nunca le
presentamos a la gente ningún Dios, si instamos a buscar dentro de las
propias experiencias, la propia fe, la propia religiosidad, y
fundamentalmente, hacer todo lo posible para librarse del oscurantismo de las
religiones externas.
Dijimos que la fe y la religiosidad social nos ponen en situación de
religarnos, como personas y como pueblo. Dijimos que era posible
utilizar la fuerza de la fe como herramienta liberadora y elemento fundamental
para reconstruir el tejido social y que para ello habría que poner fe
en el ser humano, en sus posibilidades de emerger de la sordidez y la
barbarie de la que habían sido víctimas. Hablamos del ser humano como
valor central y que a futuro nada tendría que estar por encima del ser
humano.


No me compete a mi, andar haciendo marketing a dios o dioses, en todo
caso, mis energías están puestas en lo humano, que creo firmemente es un
milagro del universo y en muchos casos hace a sus dioses a su imagen y
semejanza y eso ya corresponde al mundo de la privacidad interna de
cada ser humano, no creo digno imponer ninguna creencia a otros.


Esta cuestión de las acusaciones, evidentemente apuntaban a
deslegitimizar nuestras ideas y pensamientos, pero en sí mismas carecían de
fundamento y solamente fueron para alimentar a la platea aterrorizada de
claques, y no buscaban otra cosa que alimentar su morbo, para mi gusto,
poco inteligente la jugada, además de inoportuna y anacrónica, abundaron
en gestos repetidos y lugares comunes, así pusieron en evidencia la
amplitud y profundidad del fraude.
Recuerdo que uno de los argumentos esgrimidos era que éramos
efectivamente una secta, porque creíamos en el amor libre, a tal afirmación de un
intelectual cruceño, se respondió con una pregunta ¿acaso se puede
amar de otro modo que no sea libremente?


De todas maneras, fue muy gracioso esto de la secta, porque nos dio la
medida de nuestros adversarios, que por otra parte, al intentar
satanizar nuestra actividad social, publicando en sus periódicos, y poniendo
en consideración de los señores de la ley (poder judicial) nuestras
ideas, no hicieron más que propagandizarlas, cosa que nosotros no podríamos
haber hecho, ya que carecíamos de recursos. Así es que los amigos se
multiplicaron y se expandieron por todo el país, tomando forma de
distintas organizaciones, pero con un mismo espíritu. Les agradecemos
profundamente la gran ayuda prestada, y les deseamos "buena vida".
Todo lo demás es historia conocida, mis amigos y compañeros bolivianos
están construyendo un nuevo contrato social y yo puedo ver en ese
pueblo un "Nuevo Amanecer".

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