lunes, 23 de junio de 2008

SIN PAVIMENTOS NI ALFOMBRAS



No se me ocurre un título adecuado para contar los caminos transitados. Otro sería: “Había una vez una guitarra…” o, tal vez: “Había una vez una guitarra, un hombre y un camino…”, por último: “Había una vez, como tantas veces hubo, una guitarra, un hombre y un camino, había las canciones, los acantilados y los precipicios, había un pájaro en la cornisa, también había los mares y los cielos, las montañas, y nuevamente: “un hombre, un camino y una guitarra…”



En los caminos, cerca de los mares, entre los cielos y los precipicios, estaba la gente, miles de rostros, los hijos de la tragedia y la barbarie, con llantos de vida, y las miradas que miran al mundo desde almas que sonríen, desde la alegría que persiste aún frente al vacío.


Grandes historias pequeñas retratadas en canciones, un camino, una vida, un trovador y la magia de la alquimia que todo lo transmuta y descorre los velos del futuro.


La mirada estructura al mundo y proyecta en él los pasos de la historia que vendrá, somos miles, millones, somos generaciones entrelazadas entre la tormenta y la calma, somos la conciencia del mundo y también su locura en aquelarre.



Entre miles de millones de luminosas estrellas humanas que viajan entre galaxias, esta alma que canta, entre millones de voces, este balbuceo, entre el cielo y la tierra, estos pasos, estos caminos, estos cielos, esta guitarra que viaja y vuelve…y vuelve a cantar…


Entre el mar
y la montaña, este hombre caminando caminos, este hombre que viaja y canta…, y vuelve a caminar los caminos que lo llevarán de vuelta a casa…



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